La unión de un hombre y una mujer en algún momento puede originar una semilla de vida representada por un hijo. Algunas veces con inocencia infantil se cree que no hay amor en ese acto, indiferentemente del motivo de la unión… ha tenido consecuencias profundas y duraderas…
ha originado una vida, por lo tanto ambos miembros de la pareja han experimentado su divinidad en un acto creativo… por lo tanto, siempre somos producto del amor, inclusive aunque los padres se resistan a admitirlo.
Detrás de ese niño hay muchas historias tanto presentes como pasadas, porque sus padres tienen su propia historia familiar y este niño indiferentemente de que lo sepa o no, tiene una conexión directa con toda la información presente en el sistema familiar. Y sobre todo toma la energía de los que han fallecido, de aquellos que han sido olvidados, esto sucede porque la vida misma con su infinita sabiduría quiere la armonía de esa familia, quiere que fluya el amor a través de ella y ha existido un acto de desamor y busca recompensarlo volviendo a unir y a fundir con amor como un solo ser.
Por tal motivo los niños se ven implicados en situaciones que no le corresponden, porque ofrecen su vida como un legado y recompensa para aquellos que han sido tratados injustamente. Cada uno de nosotros lleva esto sobre sus espaldas en mayor o menor medida y Bert Hellinger en el desarrollo de su trabajo de las constelaciones familiares lo ha desarrollado ampliamente.
¿Qué hacer con las cargas familiares que llevamos?
Aceptar: El dejar de resistirse y admitir que somos parte de un sistema y que muchos antes que nosotros han pagado un precio muy alto, aceptando sin hacer juicio de lo que ocurrió anteriormente con humildad. Rendirse a lo que fueron nuestros antepasados y agradecer que se es parte de ellos con amor.
Buscar: El traer a nuestros antepasados al presente a través de la elaboración de un árbol familiar, escuchando las historias familiares sin parcializarse con los diferentes puntos de vista de algunos miembros de la familia. Observando donde algunos guardan silencio o donde prefieren callar.
Recordarles: El darle un lugar en nuestro corazón, el tenerles presente dejando un lugar para ellos en nuestro hogar es un acto de reconocimiento y de amor. El hablarles de ellos a nuestros hijos o escribir en un diario lo que sabemos de ellos, despierta en nosotros un profundo sentimiento de paz y de amor por todo el sistema familiar.
Honrarles: La mejor manera para que los actos o la vida de nuestros antepasados no sean en vano, es agradecer devocionalmente lo que hicieron con nuestra propia vida, siendo felices, dedicándoles nuestros actos, nuestros logros.
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Escrito por Luz Rodríguez
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